El peligro del filo excesivo

La emisión de anoche del programa Con filo hizo una referencia memística peyorativa a un reciente artículo de Arturo López-Levy publicado en la Joven Cuba. Supongo que el objetivo de ese dardo tiene más que ver con la Joven Cuba que con el propio López-Levy individualmente pero, de cualquier manera, me lleva a reiterar algo que ya he planteado anteriormente: López-Levy es uno de los muy escasos académicos que, desde Estados Unidos, se posiciona clara y frecuentemente en contra del bloqueo y de las políticas agresivas del gobierno estadounidense contra Cuba.

Se puede estar de acuerdo con todo, con parte o con nada de lo dicho por López-Levy en el artículo en cuestión, pero como es habitual con sus textos, resulta muy interesante, controversial y plantea cuestiones complejas que motivan a reflexionar. Personalmente y en una dimensión emocional, creo que sería muy positivo que la Cumbre de los Ángeles fracasara, por el impacto aleccionador que ello tendría frente a la arrogancia imperial. Sin embargo, como politólogo y tratando de pensar con la cabeza fría, debo reconocer que el artículo plantea varios aspectos en un sentido estratégico que no deberían dejar de considerarse, y que la vida y las realidades políticas podrían terminar por validar. En cualquier caso, creo que el texto de López-Levy merecería una contraargumentación al mismo nivel de sofisticación y complejidad intelectual, en lugar de una desestimación mediática superficial.

A diferencia de lo que ocurría durante los años sesenta del pasado siglo, y más allá de un núcleo duro e incondicional que con el inexorable paso del tiempo parecería envejecer y reducirse cada vez más, es necesario reconocer que actualmente no abundan los intelectuales en Estados Unidos y en el mundo que se opongan activa y sistemáticamente al bloqueo estadounidense contra el pueblo cubano. Considero que la lucha contra el bloqueo es el tema fundamental y decisivo, y es el que me pone en el mismo lado de López-Levy y de otros analistas con los que, al mismo tiempo, pudiera tener muchas diferencias y desacuerdos en cuestiones secundarias. Me pregunto si es inteligente y si tiene algún sentido pelearse con personas brillantes y reflexivas porque de vez en cuando puedan decir cosas que no nos guste escuchar, cuando al mismo tiempo esas mismas personas están de nuestro lado en lo que realmente importa. ¿Quién se beneficia con eso?

Entre aquellos intelectuales que pretenden imponer certezas y los que estimulan el pensamiento dialéctico, siempre preferiré a los segundos, sin dudarlo.

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